Muros de piedra en el Occidente
Los vaqueiros de alzada habitan en la Zona Occidental de Asturias. Esta zona constituye casi la mitad de la superficie regional aunque solo representa el 13,4 % de la población del total de la región (144.146 de los 1.078.383 habitantes con los que contaba Asturias según los datos del INE), lo que supone la existencia de una densidad media (25,1 Hab./ ./km2 ), muy inferior a la regional (101,6 Hab./km2 ). La disminución de la población en las últimas décadas, un acusado envejecimiento, una muy baja natalidad, un desequilibrio entre sexos favorable a los hombres, y una escasa inmigración, son las principales características demográficas de la Zona; si bien es preciso apuntar la existencia de fuertes contrastes entre los municipios costeros y los del interior, pues mientras en los litorales las condiciones topografías más favorables, el mayor desarrollo económico y la existencia de asentamientos de carácter semiurbano hacen que se atenúen en gran medida los problemas demográficos antes apuntados, en los concejos interiores todas los parámetros utilizados presentan, como más adelante se verá, valores muy negativos.
El elemento más llamativo es el desequilibrio en la distribución de la población, con una zona costera bastante poblada y las montañas del interior muy despobladas y necesitadas urgentemente de acciones contempladas en los programas de la UE pero que apenas llegan en programas e inversiones a las zonas de alta montaña.
Los vaqueiros estuvieron presentes en la práctica totalidad de los concejos asturianos aunque la gran mayoría se asentaron en las parroquias pertenecientes a los concejos occidentales e interiores del Principado en torno a pequeñas brañas asentadas en las laderas de las montañas próximas a la costa por su carácter defensivo, en cuyas edificaciones dispersas unas de otras y en prados a 45 grados de inclinación. Las brañas están ubicadas en las laderas de los valles y suelen estar rodeadas de campos ricos en pastos y abundantes recursos acuíferos, donde el ganado se alimenta en semilibertad. Aunque la compleja tipología de las brañas se ve influida por las distintas evoluciones de estas rudimentarias construcciones a lo largo de la historia y por las variaciones en el tamaño, estas se pueden clasificar básicamente en dos tipos. Las habitadas durante los meses de verano y las de invierno.
Cercadas en algunos casos por muros de piedra, estas propiedades albergan en su interior unas de las construcciones más interesantes y arcaicas de toda la Península Ibérica. Además, hay una característica muy común, las brañas están situadas en zonas con grandes pendientes y desniveles en un principio por su carácter defensivo evitando así las constantes invasiones que sufrían las poblaciones de la costa. Esto influye también en el modo de vida, aprovechándose los terrenos principalmente para el pasto del ganado y de forma secundaria para la agricultura. La altitud y las características de los suelos marcan el modo de vida aislados del resto de poblaciones en la costa y dedicándose en exclusiva a la ganadería y el comercio de mercancías con León. En las zonas altas es más difícil dedicarse a cultivar, porque las condiciones no son las mas idóneas. Por eso los vaqueiros siempre se dedicaron a la cría de ganado como actividad principal para poder subsistir y por la libertad que ello representa. De los datos anteriormente citados se desprende que no existen grandes centros poblacionales que absorban a la mayor parte de los habitantes, sino que el territorio se caracteriza por una gran diseminación.
El término braña hace referencia al hebreo branna pasto de verano y a la palabra brano que en bable significa estación veraniega. Actualmente, las brañas que mejores se conservan se encuentran en los concejos de Tineo, Valdés, Cudillero, Villallón, Somiedo y Cangas de Narcea.
Las brañas vaqueiras asi como en el resto del Occidente de Asturias se caracterizan en lo que afecta a su población por:
• Tendencia al despoblamiento: se advierte un claro descenso del número de habitantes en todos los municipios del occidente de Asturias y sigue constante esta tendencia.
• Población envejecida: es una consecuencia lógica derivada del despoblamiento que, por otra parte, constituye una característica generalizada en toda la región, especialmente en las zonas rurales. Las pirámides de población muestran su parte más voluminosa en las franjas comprendidas entre los 60 y 75 años de edad.
• Tasa de crecimiento negativa: la tasa de crecimiento vegetativo en toda la comarca es negativa.
• Densidad de población inferior a la media regional: si atendemos a la densidad de población de Asturias.
Libertad y discriminación
Toda la sociedad rural asturiana, comenzando por los aldeanos y terminando por los nobles y el clero local,
despreció y marginó a los vaqueiros de alzada durante al menos cuatro siglos sin que se haya reparado el daño causado dada que tratan de ocultar deliberadamente esta vergonzosa parte de la historia mientras persiste la falta de inversiones en las brañas vaqueiras.
Desde tiempos de los Reyes Católicos aparecen documentos de denuncia sobre la discriminacion sufrida, como el que reseña Francisco Feo, fechado en 1.484,
en el que se ordena que no sean maltratados. Sin embargo, como viene siendo habitual una cosa es lo que digan los reyes, autoridades y nobles lejanos, y otra lo que harán sus paisanos,
autoridades y nobles cercanos.
Así pues, los vaqueiros de alzada continuarán siendo víctimas de la inquina de sus vecinos y su segregación se extenderá a todo el ámbito de la sociedad, lo que incluye, por supuesto, al clero local. La discriminación
ha llegado hasta el S.XX, aunque ya en el S.XIX decrece en intensidad y, aunque a regañadientes, se comienzan a observar las leyes que impedían su marginación, al menos formalmente. Por eso llama la
atención la ingenuidad de algunos autores, como Nicolás Benavides o Adolfo Garcia que, sobre dicha discriminación, declara que ha desaparecido, afortunadamente, por la caritativa acción del clero y de las autoridades, y por la mayor
cultura popular.
Los odios y prejuicios generados se cristalizarían en acusaciones falsas de corte étnico o racial para justificar la xenofobia de una poblacion sometida por la iglesia y la nobleza contra la libertad ejercida por los vaqueiros de alzada.
El enfrentamiento entre xaldos y vaqueiros viene de lejos. En principio, si nos atenemos a que los primeros son básicamente agricultores y sedentarios, y los segundos pastores y trashumantes, el desencuentro está servido.
Son dos concepciones del mundo que chocan frontalmente desde el neolítico. Disputas entre ganaderos trashumantes y agricultores, que delimitan y defienden su tierra, son viejas como el mundo y tienen difícil solución. A partir de aquí, cualquier argumento será válido para denigrar al contrario. Y cuanto más
ponzoñoso sea éste, mejor.
Sería imposible averiguar a quién se le ocurrió por primera vez comparar a los vaqueiros con los moros, o acusarlos de tales. Pero hay que reconocer que dio en el clavo. Si de lo que se trataba era de envilecerlos, ninguna otra cosa mejor que equipararlos con la raza odiada o asimilarlos a ésta.
Los vaqueiros en nada se diferenciaban del resto de los asturianos salvo el tener que haber soportado durante siglos tantas injusticias. Pero si el cuidado del ganado, como vimos,
no suponía de por sí ningún elemento discriminatorio -pues había vaqueiros que no sufrían rechazo-, sólo nos queda como elemento diferenciador su gusto por el trato, la trajinería y el comercio arriero que llevaban a cabo estos vaqueiros de alzada. Por tanto, si estas actividades parecen haber sido connaturales al propio modo de vida del vaqueiro desde sus mismos orígenes como grupo económico y social diferenciado,
resulta probable que su condición comercial -que comprendería las muchas facetas de la trajinería: arriero, vendedor ambulante, tratante, etc. y entre las cuales es difícil establecer fronteras nítidas-, repercutiese en la negativa visión que muchos campesinos, firmemente amarrados a la tierra desde la baja edad media, se formaran de ellos.
La pregunta que siempre nos ronda en la cabeza es la de por qué estos pueblos ganaderos, se dan con tanto entusiasmo a la trajinería. Y la respuesta más lógica es siempre la misma: por necesidad y por cierta facilidad para acometer la empresa.
Necesidad, porque sabemos que las zonas que tradicionalmente han ocupado estos pueblos, ya sean vaqueiros de alzada, maragatos o pasiegos, eran pobres o paupérrimas en suelo agrícola. Facilidad, porque eran gentes habituadas a desplazarse con su ganado. Pero también porque, donde vivían,el comercio era un imperativo para procurarse bienes de primera necesidad y, a menudo, se hallaban
alejados de los núcleos de población donde podían adquirirse, con lo que tendrían que ir a buscarlos.Por ejemplo, los vaqueiros consumían grandes cantidades de maíz, planta que no crecía en la braña. Así que no les quedaba más remedio que bajar a la marina y a los valles a procurárselo. De paso, podrían vender quesos, carne o excedentes de ganado.
También podían aprovechar el viaje para comprar sal, legumbres o cualquier otra mercancía susceptible de ser vendida o trocada en otros lugares, lo que no excluía la propia braña. En definitiva, de lo que se trata es de sacar el mayor partido a sus escasos recursos. La historia se repite: suelo pobre, condición humilde, formación escasa, escasez de oportunidades y ganas de no morirse de
hambre. Tan sólo queda el comercio como asidero, una actividad en la que el ingenio y la habilidad suplen otras carencias. La necesidad obliga a comprar más barato y a vender más caro, lo que se traduce, a la postre, en arañar unas pesetas, en obtener una ganancia que permita sobrevivir.
Caracter vaqueiro
El vaqueiro siempre ha tenido fama de astuto en el trato, cuando no de taimado y ladino. Los lugareños de las comarcas costeras del occidente asturiano, los describen de esta manera. Del mismo modo que los
presentan como recelosos, desconfiados, austeros, tímidos y altivos a la vez. Resulta curioso que, esta misma descripción, serviría para el resto de los pueblos que proponemos en este libro.
Los vaqueiros, como vimos, practicaron la arriería y muchos de ellos comerciaron con distintos bienes, que trasportaban por las cañadas asturleonesas que tan bien conocían. Este comercio marcó la diferencia social
entre los vaqueiros, pues algunos de ellos lograron cierta prosperidad económica mediante estas prácticas. Ya lo decía mi bisabuela, que vale más una hora de trato que cien de trabajo. Y eso parece ser cierto en el
caso de estos pastores, de quienes sabemos ahora que se dedicaron a la arriería más de lo que se suponía.
A su favor estaba el conocimiento de las rutas de montaña por las que se movían libremente, así como la costumbre de desplazarse con ganado, aperos, familia y lo que hiciese falta por estas montañas imposibles.
Además, esa proverbial astucia que se le atribuye para la práctica comercial.
María Cátedra hace referencia expresa a esta “zorrería”, que parece caracterizar asimismo al vaqueiro. Un aspecto poco estudiado y cuya incidencia en la marginación de los vaqueiros ha pasado desapercibido
para muchos autores es, precisamente, su dimensión comercial y trajinera. Jovellanos nos cuenta que existían también vaqueiros en los concejos interiores de Asturias (…) En todo parecidos a los otros, dados como ellos a la cría de ganados, trashumando como ellos a
los puertos altos en verano, y vistiendo y viviendo en todo como ellos, la única diferencia que los distingue en que ni trafican ni son tenidos en tan poco de los aldeanos sus vecinos, con quienes no sólo tratan, sino
que alternan en el goce de oficios públicos, honores y derechos sin distinción alguna.
Opiniones de distintos autores
Francisco Feo Parrondo, cuyo segundo apellido delata este origen de vaqueiro arriero, como él mismo explica, citando un manuscrito asturiano fechado en 1.720, en el
cual se habla de los pastores trashumantes del concejo de Somiedo y se diferencian dos grupos: los vaqueiros y los vaqueiros parrondos. Los primeros tenían vecindad legal, gozaban de todos los derechos,
labraban una parte de sus tierras y algunos eran considerados como hidalgos. Los vaqueiros parrondos por el contrario, carecían de vecindad, eran arrieros y no cultivaban la tierra.
Este nuevo colectivo está integrado por personas que, a partir de ahora, no vivirán en el pueblo, ni pagarán impuestos municipales, ni acudirán con regularidad a la iglesia, ni sus hijos se sentarán con el resto en los pupitres de la escuela. Por el contrario, vivirán en unos asentamientos estacionales, alejados del núcleo municipal, en las montañas, y buscarán acomodo en los más altos prados para su ganado durante los meses de estío.
Cuanto más se aparten de la vida en común que antes llevaban con los vecinos de la aldea, más serán rechazados por estos y más endogámica será la relación entre los habitantes de la braña. Al final, incluso los apellidos determinarán quién comparte procedencia vaqueira: el asunto de los vaqueiros comenzará a tomar las características de un grupo de clanes familiares excluidos del resto de los asturianos.
Mucha gente ha querido ver en los vaqueiros una especie de pasiegos del Principado. Quizás no anduviesen desencaminados en cuanto a su modo de vida, ciertamente similar en muchos aspectos, pero se olvidan de algo fundamental. Mientras los pasiegos ocupan un territorio diminuto pero propio, los vaqueiros comparten concejos y municipios con el resto de sus vecinos. Sólo las brañas les pertenecen por entero. Sólo unos asentamientos precarios serían, propiamente, los que definirían su espacio físico. El aldeano, por su parte, en conchabanza con el clero y las demás autoridades locales, no siente demasiada simpatía por esas gentes que, en sus asentamientos de montaña, escapan del control municipal. Además, las consecuencias de este aislamiento serán las mismas o muy parecidas que las del resto de los pueblos segregados: analfabetismo, endogamia, ausencia de relaciones sociales fuera de su entorno más inmediato, descuido de las obligaciones espirituales preceptivas, etcétera.
Los vaqueiros es una historia rural. Una historia que nunca habría de trascender a las ciudades, lo que contribuyó a su escasa difusión fuera del Principado. De todas maneras, y según las estimaciones que se han realizado en cuanto al número de vaqueiros de alzada, su población con respecto al total de Asturias nunca debió sobrepasar el 4% del total, aunque frecuentemente se sitúa en torno al 2%.
El desencuentro nacido entre dos concepciones de la vida rural, se trasformó con el tiempo en algo más: a fuerza de derribar los puentes que un día los unieran, aldeanos y vaqueiros se convirtieron en enemigos irreconciliables. El resultado de tal enfrentamiento, ese sí, previsible, no tardaría en llegar, con la repudia generalizada de los vaqueiros por la sociedad asturiana.
Pero como no nos gusta apostar a caballo ganador, casi inconscientemente nos ponemos de parte de estos pastores de vacas, que no sólo tuvieron que hacer frente a los aldeanos, sino también al clero y a la nobleza local, que no veían con buenos ojos su estilo de vida, por distintas razones que luego detallaremos. De todas formas, hay que consignar que este tipo de enfrentamientos, de por sí complejos y mutables, no pueden ser vistos desde una óptica maniquea, como si se tratase de una película de buenos y malos, sino que las partes enfrentadas acumulan razones y agravios mutuos para mantener sus disputas.
Los vaqueiros llevaron la peor parte, bien es cierto, pero también contamos con testimonios que sugieren que estos pastores se portaban de forma poco solidaria con sus vecinos xaldos y escaqueaban sus obligaciones comunales siempre que podían. Por ejemplo, en todo lo referente a cargas concejiles, impuestos parroquiales o municipales, obra pública, etc., los vaqueiros procuraron –y generalmente lo consiguieron- eludir sus obligaciones contributarias, valiéndose de su vecindad imprecisa y de su movilidad geográfica. Esto les exoneraba de muchas cargas fiscales, al tiempo que se aprovechaban de praderías y otros bienes públicos, cuyo disfrute ocasionaba no pocos conflictos con los habitantes sedentarios de dichas zonas. De hecho, las autoridades municipales intentaron por todos los medios conseguir que los vaqueiros se convirtiesen en sedentarios, a fin de que tuviesen vecindad legal y pagasen los tributos correspondientes.
A la postre, los aldeanos corrían con todos los gastos y los vaqueiros, en su afán de esquivar obligaciones, eran considerados gente errabunda, sin vecindad y, por supuesto, sin derechos.
A esto se sumó la aquiescencia del clero local, que protagonizó también enconadas disputas con los vaqueiros. Los motivos fueron varios: por un lado, económicos, pues éstos no contribuían de igual manera que los demás habitantes en los gastos parroquiales, así como tampoco en la construcción de templos, cementerios o cualquier otra obra religiosa. Por otro lado, estaban los motivos de carácter estrictamente espiritual. Ángel Ardura Parrondo llega incluso a hablar de paganización vaqueira, que, según él, se produce por ausencia de adoctrinamiento religioso. Pronto abordaremos su particular relación con la Iglesia y la doctrina católica, pero comencemos por el principio. Origen de los vaqueiros de alzada.
Antes de entrar en materia, conviene señalar que el término “vaqueiros de alzada” es relativamente reciente, pues anterioridad se les denominaba “baqueros”. A partir del S.XIX, se emplea mayoritariamente la voz “brañeros”, que, si bien se había usado tradicionalmente, a partir de ahora se hará mucho más común, sobre todo de forma eufemística, pues enmascara las connotaciones peyorativas que, con el tiempo, ha adquirido el término “vaqueiro”.
En las páginas que siguen emplearemos ambos términos de forma indiferenciada, al igual que utilizaremos xaldos o aldeanos, para referirnos a los naturales de las villas y poblados, y marnuetos, marinuetos o ribereños, para los habitantes de la costa.
Todavía no hay acuerdo mayoritario en torno a la cuestión de las fechas en las que surgen los vaqueiros de alzada como grupo concreto[3], o, cuando menos, desligado en cierta forma de sus vecinos asturianos.
Cada autor propone unas fechas, que, básicamente, oscilan entre principios del S.XVI y finales del S.XVII, por lo que es menester ser cautos en esta materia. Para Adolfo García Martínez, los vaqueiros de alzada se van constituyendo en grupo social y económico diferenciado a partir del S.XVII, y a renglón seguido señala que, si bien por una parte, son un acontecimiento nuevo, por otra son los continuadores de una serie de técnicas que se remontan al medioevo. No obstante, tenemos indicios que apuntan a un origen anterior, al menos si aceptamos como probatorio lo que se desprende de numerosos pleitos, ordenanzas y sentencias fechados en épocas anteriores, que hacen referencia a continuos enfrentamientos entre xaldos y vaqueiros.
Este es el caso de los vecinos del concejo de Somiedo, que en 1.552 se quejaron al alcalde mayor de los perjuicios que les ocasionaban los muchos vaqueiros que iban a pasar el verano a aquellas tierras porque les comían las hierbas y luego se marchaban en septiembre sin ayudarles a después a pagar los tributos concejiles[5]. También Acevedo refiere que una serie de personas -con nombre y apellido-, que se titulan vaqueros, acudieron en 1.523 a la autoridad quejándose de que el concejo de Valdés les había repartido pagas y derramas como vecinos, siendo así que no lo eran, sino extranjeros y viandantes[6]. Por si esto no bastase, podemos leer en su libro, al cabo de un par de páginas, que a mediados del S.XIV había vaqueiros de alzada en Carcedo (Belmonte).
Esta característica, y las muchas leyendas que circulaban acerca de la procedencia de los vaqueiros, hicieron que existieran muchas rencillas entre los dos grupos. San Martín de Luiña, importantísimo núcleo de población en tiempos no muy lejanos, es en la actualidad uno de los puntos claves de la historia vaqueira. Antiguamente, en muchas de las iglesias en donde abundaba la población vaqueira, se colocaba en el suelo o en una viga del techo una inscripción en la que se señalaba la prohibición de que los vaqueiros se colocaran en la parte delantera del templo. En el pavimento de la iglesia de San Martín de Luiña, se puede leer todavía la inscripción “no pasan de aquí a oír misa los baqueros”.
De aqui no pasarán en Cudillero
En Santiago de Novellana (Cudillero) se llegó al máximo en la discriminación con los habitantes de las brañas. Acababa de constituirse en parroquia separada cuando pasó por el lugar Jovellanos, en 1792, quien anotó en sus Diarios que “hay un pleito escandaloso con los vaqueros , a quienes no se les quiere dar la Sagrada Comunión sino a la puerta de la iglesia, ni dejar internarse en ella a los divinos oficios. Es el caso que los hijosdalgo tienen lugar preferente en la iglesia para toda concurrencia. Los plebeyos, conforme con esto, pretenden lugar preferente a los vaqueros, y éstos luchan por no ser menos que los plebeyos. ¡Cuánto querrá el Cielo vengar a la mayor parte del género humano de tan escandalosas y ridículas distinciones”.
También los frecuentes enfrentamientos por las propiedades y principalmente por los pastos, dieron lugar a rencillas y envidias entre vaqueiros y otros campesinos o aldeanos, sobre todo durante los años de malas cosechas y hambrunas. A ello se suma su doble domicilio les permitía no empadronarse en uno de ellos con lo que se libraban de las levas forzosas del ejército, con el consiguiente fastidio de los aldeanos que si tenían que cumplir con las exigencias del poderLos vaqueiros se conceptuaban como “extranjeros y viandantes no vecinos” según se dice en un pleito de 1527, y todavía en 1752, el ministro de Fernando VI, Marqués de la Ensenada, ordenaba que se apremiase a los muchos vaqueiros de Asturias que vivían sin residencia fija, sin entrar en los sorteos de quintas para el ejército y sin pagar tributos, y se les obligase a empadronarse…
Las peculiaridades culturales consecuencia del aislamiento de estas comunidades no eran muy bien recibidas por el resto de los vecinos, que miraban a los vaqueiros con recelo y desconfianza. En Naraval se acotaba el lugar de los vaqueiros una viga tendida de través; en otros puntos, un arco; en algunos, una puerta, y en algunos, una línea... Cuando los vaqueiros bajan al mercado o a la romería a alguna villa, tenían que armar sus bailes en un lugar apartado de los demás xaldos o marmuetos. En algunas tabernas cuentan nuestros mayores que se les servía la bebida en vaso de cuerno en vez de cristal. En las Constituciones Sinodales del Obispo Agustín González Pisador publicadas en el año 1786 se recogen recomendaciones a los párrocos de que no permitan la promiscuidad sexual que se daba en las brañas, majadas, vegas e invernales, pero sin especial mención hacia los vaqueiros.
En 1844 se emitió una orden en la cual se decía que debian quitarse todas las marcas que impidiesen a los vaqueiros mezclarse con el resto de la población y asi empezó a cambiar la situación en el siglo XIX nhasta la plena integración si bien no faltaron episodios como en 1820 cuando los vaqueiros de la parroquia de Novellana, cansados de sufrir injusticias, un domingo, a la puerta de la iglesia, arremetieron a ocupar un lugar en el templo mezclados con los del estado llano. No obstante en 1844 todavía encontramos una instancia dirigida al jefe político o gobernador civil a fin de que los vaqueiros de Brañalonga cumpliesen la inmemorial costumbre de situarse en el templo separados de los restantes parroquianos. La resolución, favorable a los de las brañas, se publicó en el Boletín Oficial de Oviedo de 7 de junio del citado año.
Hoy, para explicar la marginación de los vaqueiros de alzada, aún vigente en ciertos casos, debemos recurrir nada más que a su aislamiento respecto a los aldeanos asturianos o a la inercia de la tradición. Tras la constitución de la Asociación de los Vaqueiros de Alzada solicitamos a la Iglesia
Por otro lado, en la romería que se celebra el ocho de septiembre en el Santuario de Nuestra Señora del Acebo, en pleno monte, tiene lugar la bendición de ganado que pasta por los alrededores. Terminada la función religiosa, el cura sale a la campa, reza unas oraciones, bendice con el hisopo en las cuatro direcciones y concluye diciendo: “La virgen os conserve el ganado y os lo aumente”.
A este antiguo santuario han estado siempre vinculados los vaqueiros de Tineo, Luarca y Cangas del Narcea, principalmente que ofrecen a la virgen lacones, ovejas, xatos, dinero, manteca u otros presentes a cambio de curaciones de familiares o animales. Otras cumplen promesas como subir trechos del empinado camino descalzos o de rodillas. San Antonio es asimismo santo de gran devoción. A él se encomiendan contra el mal de ojo (San Antonio te lo guarde) y cuando pierden algún animal.
Existe para esta última circunstancia una Oración a San Antonio de la que se conocen infinidad de versiones, entre las que podemos citar la que sigue:
“Si buscas milagros, muerte, horror y terranos, miserias, demonios, odios, enfermos, leprosos y sanos; el mar sosiega su ira derrimes encarcelados miembros y bienes perdidos, recobra mozos y ancianos, del peligro se retiran los pobres van remediados cuentan los socorridos digan los paganos ruega Cristo por nosotros Antonio, divino santo, que mi oración a ti llegue donde hago favor y amparo. Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo.”
El día que los vaqueiros llevaban a bautizar a un niño, entregaban el “pan del choru” (pan del llanto) a la primera persona que encontrasen en el camino, pretendiendo con tal acto que el bautizado fuese persona de buen genio. Sin embargo, en el concejo de Cangas de Tineo denominaban “pan del choru” al cantelo, debido al llanto en que prorrumpía la novia al abandonar la casa paterna.